Hachís: comercio justo
¿Qué ocurriría si existiera un sistema de comercio justo mundial para la producción y comercialización del hachís y la marihuana?
Durante siglos, los agricultores afganos han cultivado semillas de cannabis para producir hachís. Actualmente, a dichos agricultores se les paga unos 200$ por kilo de hachís, mientras que el usuario final está pagando hasta 16.000$ por kilo.
Entonces, ¿dónde acaba el 98% del beneficio? En manos de gran variedad de "intermediarios", como criminales organizados o políticos corruptos que controlan el comercio internacional del hachís y la marihuana.
De este modo, los agricultores, sus familias y otros trabajadores agrícolas, muy poco remunerados, realizan todo el trabajo de producción del hachís: cultivo de cannabis durante toda la temporada de crecimiento, cosecha y secado de las plantas maduras y recolección de la resina. El trabajo de prensado de la primera resina en hachís lo realizan el agricultor u otros colectivos locales. En este punto, el hachís ya está listo para su consumo. Sin embargo, la inmensa mayoría del precio final recae en organizaciones que, simplemente, transportan el hachís a países ricos.
Así pues, del total de la renta generada, solo una pequeña parte se reparte entre las personas que han producido el hachís. Al igual que en otros sistemas de comercio justo, los productores agrícolas que requieren mucha mano de obra deberían recibir una parte justa de los beneficios que generan con su trabajo.
Por ello, en un sistema de comercio justo, un agricultor de hachís podría recibir unos 4.000$ por kilo, y el consumidor final pagar unos 8.000$.
Si la producción de hachís se legalizara y organizara correctamente, una proporción mucho mayor de las rentas generadas se quedaría en los países en desarrollo, tales como Afganistán, y se podría invertir en infraestructuras básicas, como escuelas, hospitales, sistemas de irrigación y carreteras.
Los agricultores de los países en desarrollo se muestran favorables a los cultivos de alto valor para complementar sus rentas. Actualmente, el opio y la cocaína son los principales candidatos y los agricultores a menudo se ven coaccionados a cultivarlos, incluso debiendo excluir cultivos alimentarios para ellos mismos. Las drogas altamente peligrosas que generan dichos cultivos generan beneficios que enriquecen a caciques locales, criminales organizados, políticos e incluso financia el terrorismo.
El cannabis es un cultivo mejor en todos los aspectos: para la tierra, para los agricultores y para el usuario final. Un precio justo para el hachís permitiría que los agricultores generaran unas rentas vitales mediante el cultivo de cannabis en una pequeña parte de sus tierras, al tiempo que permitiría, en el resto, el cultivo de alimentos para consumo propio y el de la comunidad.
La cuestión es, ya que el hachís está disponible en gran parte del mundo, ¿por qué no hacer que su producción y comercialización sea justa para todos?
Fuente: Sensi Seeds
Durante siglos, los agricultores afganos han cultivado semillas de cannabis para producir hachís. Actualmente, a dichos agricultores se les paga unos 200$ por kilo de hachís, mientras que el usuario final está pagando hasta 16.000$ por kilo.
Entonces, ¿dónde acaba el 98% del beneficio? En manos de gran variedad de "intermediarios", como criminales organizados o políticos corruptos que controlan el comercio internacional del hachís y la marihuana.
De este modo, los agricultores, sus familias y otros trabajadores agrícolas, muy poco remunerados, realizan todo el trabajo de producción del hachís: cultivo de cannabis durante toda la temporada de crecimiento, cosecha y secado de las plantas maduras y recolección de la resina. El trabajo de prensado de la primera resina en hachís lo realizan el agricultor u otros colectivos locales. En este punto, el hachís ya está listo para su consumo. Sin embargo, la inmensa mayoría del precio final recae en organizaciones que, simplemente, transportan el hachís a países ricos.
Así pues, del total de la renta generada, solo una pequeña parte se reparte entre las personas que han producido el hachís. Al igual que en otros sistemas de comercio justo, los productores agrícolas que requieren mucha mano de obra deberían recibir una parte justa de los beneficios que generan con su trabajo.
Por ello, en un sistema de comercio justo, un agricultor de hachís podría recibir unos 4.000$ por kilo, y el consumidor final pagar unos 8.000$.
Si la producción de hachís se legalizara y organizara correctamente, una proporción mucho mayor de las rentas generadas se quedaría en los países en desarrollo, tales como Afganistán, y se podría invertir en infraestructuras básicas, como escuelas, hospitales, sistemas de irrigación y carreteras.
Los agricultores de los países en desarrollo se muestran favorables a los cultivos de alto valor para complementar sus rentas. Actualmente, el opio y la cocaína son los principales candidatos y los agricultores a menudo se ven coaccionados a cultivarlos, incluso debiendo excluir cultivos alimentarios para ellos mismos. Las drogas altamente peligrosas que generan dichos cultivos generan beneficios que enriquecen a caciques locales, criminales organizados, políticos e incluso financia el terrorismo.
El cannabis es un cultivo mejor en todos los aspectos: para la tierra, para los agricultores y para el usuario final. Un precio justo para el hachís permitiría que los agricultores generaran unas rentas vitales mediante el cultivo de cannabis en una pequeña parte de sus tierras, al tiempo que permitiría, en el resto, el cultivo de alimentos para consumo propio y el de la comunidad.
La cuestión es, ya que el hachís está disponible en gran parte del mundo, ¿por qué no hacer que su producción y comercialización sea justa para todos?
Fuente: Sensi Seeds
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